Por Gloria Carrasquillo Padró
Para Larry: Fantasía erótica en un tiempo
La moral no reside en la epidermis.
-Tradiciones en salsa verde, Ricardo Palma
-Tradiciones en salsa verde, Ricardo Palma
Tienes que sentarte en esa silla negra de cuero con el espaldarín alto para que estés más cómoda. Es la fantasía más encendida y agradable que he tenido desde que cumpli 55 años. Verte ahí con tus largos y azabachosos cabellos sobre el pecho sudoroso y vestida sólo con esas medias de nylon off black, de esas que llegan hasta más arriba de tus bellas piernas con encajitos franceses en los elásticos y que sólo luces porque te lo pedí. Se me sube un calorcito por el dedito grande del pie sólo de pensarte así, medio desplomada allí sobre el cuero frío y con esos ojos sezgados semicerrados, llenitos de lujuria, y tus labios hambrientos de mí con ese brillito rojito velvet, ese que me gusta tanto y esas uñas de tus pies, rojitas también, ¡apuntando hacia mi mismísimo centro! Ahora que ya noto que abres tus muslos trigueños mientras me acerco al borde del lecho, y que tú te me acercas, empujando la silla giratoria hacia la cama, aprovecho y me echo para atrás. Ya siento tus garras de tigresa caribeña subirse por mis piernas gálicas, acercándose más a mis blanquísimas caderas, un poco desgastadas por el trabajo duro de largos años sobre la silla de madera de escritorio gubernamental, y como que empiezas a arañarme por la ingle primero y, despues, mucho después, a gustar de mi ombligo y a pasarme la lengua por el cuello y el pecho… aún sin levantarte de la silla. Vuelves hacia mi centro más centro mientras me desespero más, me mojo más y me erotizo más. Es entonces que siento cómo se me erizan mis blancos bellos y se me para más el asta y yo te digo: más abajo, más abajo, y tú me dices bien quedito, "qué rico estás, me gusta más el sur…".
Ilustración de Wallace E. Millner.