Fechado junio 15 dosmilcuatro
Puede también llamarse el deseo diferido. O puteangando. O mi marido me cela hasta de las palabras. O mi hombre es tan inseguro. O el show de leer a otros. O el que usted prefiera.
Si fuera tu mujer, el baño sería mi escondite secreto. Esperaría a que lograras el sueño para darte dulcemente un beso en la frente. Aprovecharía a grabarme el olor de tus sienes. Observaría largamente tu pecho al respirar dormido, bajando la mirada por los bíceps tan bonitos que tienen el honor de pertenecerte. Tocaría uno de ellos. Segura de que duermes, me guardaría sobre la punta del dedo gordo del pie. Andaría muy despacio. Delicadamente abriría las puertas que me condujeran al escondite. Me encerraría en él. Encendería una vela. Del cofre en que guardara las toallas sanitarias y los maquillajes abriría el área escondida. Con un hambre descomunal, sacaría a otro hombre: Edgar Ramírez Mella. Me atragantaría su corpus literario. Regresaría, un tanto después, todo a su acostumbrado lugar. Frotándome la barriga con las ideas, devolvería sobre la pantalla del ordenador, que estaría en el cuarto que sería tu escondite a voces. Con la tecla de send limpiaría el desorden. Y me regresaría al cuarto, mas callada aun, con un hambre atroz naciéndome en todas las bocas. Y ahí te jodes.
Ilustración: "El beso", Francesco Hayez, 1859.