25 minutos de insomnio: 11mo Microrrelato Erótico Acogido a la Primera Enmienda


Por Pablo Maldonado

Luego de dar varias vueltas en la cama, no podía evitar lo que su cuerpo le pedía y se aferró a dominar a su otro ser. Había pasado demasiado tiempo, pues seis semanas es demasiado tiempo en el calor caribeño y sus figuras, desde que compartió una cama por última vez. El referente real era tan lejano como las agridulces fotos de internet. No quiso levantarse para ver cuáles eran las ofertas del porno fresita de Cinemax. Quería hacerlo como cuando era adolescente, cuando no hacía falta nada más que rozar con la colcha y pensar en cualquier amiguita mientras le subía la linda faldita de cuadritos del uniforme de escuelita, cuando la fuerza del cuerpo era tan incontrolable e insoportable como la verdad. Pero ahora, todas las mujeres con las que había estado, todas las portadoras de la ropa interior que él quería desvelar, no eran más que sombras asmáticas, pasaban en ráfagas sus cuerpos de cinco en diez. Buscando entre sus archivos, pasaban nombres con sus respectivos labios, cuellos, muslos, con ropa y desnudos. Al llegar a por lo menos cincuenta y tres imágenes vueltas a repasar en cada uno de sus ángulos posibles, por fin encontró la que le haría las mejores cosquillas esa noche, la que estaba dispuesta a hacer todo lo que a él le gustaba y como le gustaba. Le hizo el amor como sólo se puede hacer solo, hizo que lo amara mientras le golpeaba las pestañas con sus senos. La agarró fuertemente por las nalgas y se dejó llevar, no sin antes cambiarle el rostro, nombre, labios, muslos, pechos y posiciones varias veces más. Cuando pensó que había acabado, lo único mojado eran sus ojos. Qué mierda –pensó. Desde la primera vez que realmente se descubrió a sí mismo en la ducha cuando tenía doce años, nunca había podido pensar en quien realmente quería que lo abrazara después del derrame, luego de la función.

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