Allí en el segundo nivel: 7mo Microrrelato Tavín Pumarejo 2005


Por Gloria Carrasquillo Padró
Especial para Estruendomudo

 

A Juan Antonio en el segundo aniversario de su inesperada partida: "Me gustas tal cual eres".

Sólo escuchaba el roce de los zapatos sobre el piso de madera. Ah, también la música y las risas. El viejo-teenager, setentón pero con parecido early sixties y ella, por supuesto, una pollona en los early 40’s. El tío Tommy, de pura estirpe jíbara pero acepillado en la gran urbe durante la inmigración de los 50. Ella, graduada de gerencia de la Inter pero nacida en el mismo barrio que él. Nunca pelearon por una barra de jabón, ni por los hijos de unos y otros, como tampoco por las cuentas por pagar. Eso sí, sabían disfrutar de los momentos que pasaban juntos: conversar durante largas hora, cenar hasta chuparse los dedos unos platos exquisitos, como los banquetes con el cabro en fricasé que sólo él sabía preparar y -lo más importante- bailar y reír hasta el amanecer a golpe de vino tinto ella y él a son de cuba libre con limón. A veces me desesperaban los ruidos de sus brincos de la gozadera en la antigua cama de caoba de largos pilares con relieves de hojas de laurel, ¡talladas con las expertas manos de ebanista artesano del mismísimo tío Tommy! Nunca podré olvidar las melodías de Chuito el de Bayamón y los seises fajardeños de Ramito y uno que otro longplay del Hígado de Ganso desde el áureo sonido de la victrola RCA Victor que el tío trajo consigo aquella noche de luna llena en que regresó de los niuyores al barrio de su niñez bajo el ojo azuloso de la montaña de El Yunque. Hoy me llegan tan vivos lo roces de pies descalzos y cuerpos desnudos empapados del sudor en las largas noches de lluvia con luna, y sin luna, donde sólo me acompañaba mi celular y la música de aquellos viejos discos que transportaron y reciclaron otras manos del acetato en los nuevos discos que ahora llaman CD’s. Ella ha quedado en mis recuerdos de las largas y azabachozas noches, allí, en el diminuto sótano borincano, pero frío como un apartamento sin calefacción acá en el norte, junto a los cantos del coquí amanecido en celo con su repetida frase: "¡Tommy, papi hoy si estás bueno!".

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