Por HRCS
Especial para Estruendomudo
Exactamente las 6:48 de la mañana. En pleno tapón del peaje de Buchanan. A menos de 10 millas por hora. Ayer, más o menos a las siete y media, estaba peleando con el jefe -guía loco, celular en mano- porque le prohibió escuchar música de Ramito, Luisito y Moralito durante horas de trabajo. Mejor me voy pal… “Yo no cambio a Puerto Rico por 500 nuevayores”. Si esa música era su vida. Le recargaba las baterías. Le ataba con furia a sus raíces. Había un no sé qué en cada le-lo-lai que le confirmaba que transitaba por carreteras boricuas con todo y cráteres, que respiraba monóxido del terruño, que sudaba sudor de aquí. Cien por ciento boricua, pa’ que tú lo sepas. “Si yo no hubiera nacido en la tierra en que nací, estuviese arrepentido de no haber nacido aquí”. Así mismo es, carajo. Bocinazos. Piiip….paaaaap. Palabras de grueso calibre. Manoteos. Gestos obscenos. La imapaciencia se apoderaba del tapón. Pero allí estaba Peter John Pérez Rivera en sintonía con su radio y con su patria. “Yo soy boricua, mi amor es Puerto Rico”. Paaaap…. Piiiiip. Feliz inconmovible, tranquilo como Tranquilino. Nada como Andrés Jiménez (El Jíbaro) para enderezar la mañana. “Ya Betances está llamando, ya Ruiz Belvis me hace señas, Manolo corta la leña y Mariana está bordando”. Tarareaba con Andrés aquella emblemática canción cuando recordó que tenía que tomar el desvío de la derecha. Bocinas pegadas. Maldiciones. Insultos. “Quítate del medio, jíbaro animaaaal….”. Con un grito igualmente destemplado respondió: “La jíbara es tu madre, hijo’e puta”. Luego, recuperada la serenidad, terminó de cantar su canción favorita: “Coño, despierta boricua; oye, boricua, y ven a buscarme a Lares”. Eran ya las siete y media.