Estupidez e hiperviolencia: La política de las pequeñas diferencias

Dos sucesos que ocurren hoy en el contexto de las letras puertorriqueñas me hacen regresar al último libro del profesor de sociología, Arturo Torrecilla, doctor de la Universidad de París y catedrático en el Recinto de Río Piedras de la universidad del Estado.
I.

 

De un lado, un grupo de poetas y escritores, presididos por Reynolds Emmanuel Andujar, joven dominicano de visita en la isla en estos días, decidimos acudir al recital de poesía, denominado de “micrófono abierto”, que se da todos los domingos por la noche en el Nuyorrican Café del Viejo San Juan.

Dicho ritual recital tiene lugar en un espacio de culto etílico-macharrán, donde suenan los cueros de nuestros ancestros negros y donde los danzantes recurren al arrebato del éxtasis cocolo a la hora de soltar sus frustraciones laborales, familiares y patrióticas buscando la diversión, desquite y relajamiento que promueve el juego.

Por esta razón, principalmente, la "poesía urbana" hace su agosto y el público pide líricas políticas, de contenido social y relajón del desastre comunitario que nos rodea como sociedad en plena crisis postindustrial, para resumirla en una sola palabra táctica.

Así, se canta a la mujer deseante en cuanto agente de la “lucha” y al hombre enamorado en cuanto artífice de “cambios”. De ahí que la poesía romanticona de Andújar fuera recibida con agrado por la inmensa mayoría de los presentes, quienes lo aplaudieron con sinceridá. No así la delegación boricua de poetas urbanos, que lo aceptaron con recelo, debido, quizás, a que su postura estrictamente “corporal” les plantea competencia: Las jevas universitarias lo adoran. Es un negro que habla lindo y para colmo es bello.

De esa primera mueca del rechazo se desprende la segunda. Nos acompañaba el poeta lírico-hermético Marioantonio Rosa, quien pidió un turno ante el micrófono y el público. Su petición no fue denegada por los organizadores, amigotes "cheerleaders" de la facción “urbana”, sino que fue pospuesta, es decir, dejada sobre la mesa para que el tiempo se encargara de matarla.

El resultado de la “dejadez” oficialista, en ese antro “revolucionario” ha sido la imposibilidad de que la palabra distinta, la delicadeza femenina de la poesía de Marionatonio y su torpeza antirrealista, y por ello antipática, pueda ser escuchada en el Nuyorrican Café, reino de los contra-gente-aburrida-con-palabras-bonitas.

No me fui del sitio sin preguntar las razones de la exclusión a los rectores del orden. Recibí un “no hubo tiempo en esta ocasión, será en la próxima”. Nada más lejos de la verdá, muchos de los poetas de metralla tuvieron dos oportunidades al bate y leyeron o recitaron de memoria varios poemas. La excusa es monga. La intención de la censura, muy obvia.

II.

Un grupo de profesores de la Facultad de Ciencias Sociales y la Facultad de Estudios Generales, agredidos por su postura antihuelgaria en la reciente huelga universitaria, donde un ínfimo grupúsculo de estudiantes cerró los portones de la institución postsecundaria en protesta a un aumento en las cuotas de matrícula, declara una conferencia de prensa en el Recinto de Río Piedras.

Allí reunidos frente a las cámaras del noticiario de la televisora del Estado, los profesores fueron interrumpidos por un grupo de estudiantes de la minoritaria facción huelguista con gritos y cuestionamientos.

A pesar de ello, los profesores, entre los que se encontraban la profesora Madeline Román, Jaime Benson, Ricardo Cobián Figueroux y Arturo Torrecilla, entre otros, pudieron integrar la discusión de los actos interruptores del diálogo a sus reclamos de invasión de los intolerantes a la tarea docente. La turba les sirvió de ejemplo y las cámaras retrataron a los violentos.

Fueron amenazados allí mismo, frente a los ojos del pueblo, tal y como han sido amedrentados durante estos días posthuelgarios en sus salones de clases, en los pasillos y los espacios públicos de la universidá. Los huelguistas “los están velando”. Los están intimidando, sólo por "estar" en contra de la huelga.

III.

Procedo a citar dos párrafos del libro de Torrecilla, La ansiedad de ser puertorriqueño: Etnoespectáculo e hiperviolencia en la modernidad líquida (Ediciones Vértigo, 2004), que pueden se útiles para abordar estas manifestaciones:

“Perdida la épica que vanagloriaba al metasujeto del soberanismo, cada sujeto étnico se convierte, por así decirlo, en su propio Estado. Nivelado, igualado el individuo en el hecho de participar de la muerte extrema, la limpieza étnica se despide del héroe, se economiza la figura ejemplar premoderna que éste emulaba. Ni mártires ni santos, la tendencia es a la equivalencia de la pequeña diferencia. La pequeña diferencia es sobre todo insignificante y, por ello, compartida de modo semejante. Interpela en un arco de una media, de un promedio. No busca realizar un arquetipo, un adalid, reanudando en una figura ejemplar para imitar a distancia, sino que ésta reactiva una uniformidad pretendidamente compartida, que es exacerbada en la virulencia hacia aquello que no contenga la marca de la apropiada identidad.

“La violencia étnica llenaría de este modo una temporalidad en cuyo paroxismo se economiza la sujeción cronológica y lineal del tiempo historicista de la modernidad. La hiperviolencia etnonacionalista acelera así una diferenciación de identidades que, siendo a veces tan tenue y, ante el lazo que las unía, sobresale en su ejemplaridad a fin de inflar en un sobresalto histérico, saturándolo, ‘el narcisismo de las pequeñas diferencias’ freudiano, entre el grupo étnico liquidacionista. Su cualidad de violencia extrema no significa que se trata meramente de un exceso. Es su prodigalidad misma la manera de llenar el vacío excediéndolo. Aparentemente, convertido en residuo dejado atrás con el contractualismo, la violencia ocupa el lugar de lo que no puede ser significado ante un desacoplamiento. Esta logra saturar en una lógica impecable e implacable la diferenciación de identidades cuando hay crisis, larvada en la capacidad misma de significación, de asignación de posiciones de sujeto en una estructura en proceso de dislocación".

IV.

De estos hechos y de esta teorización se desprenden las siguientes conclusiones:

1. El etnoespectáculo de la boricuada charra ha penetrado -hace tiempo- al interior de la academia y el arte puertorriqueños.

2. La hiperviolencia étnica, lejos de manifestarse en tierras lejanas de la fría Alemania nazi y los partidos de fútbol de la liga española, donde le gritan gorila al mítico jugador brasileño Ronaldo, ocurre en nuestra isla borincana con la misma sutileza, digamos micropolítica, con perdón de los estreñidos de vocabulario, con la que los intelectuales arios sancionaban la entrada de los judíos al horno con música clásica de fondo.

3. Los intelectuales del patio, en este caso los poetas “urbano-revolucionarios”, y los estudiantes, son los protagonistas de actividades excluyentes a todo lo que no concuerde con su rabieta de imponer la “uniformidad pretendidamente compartida”.

4. No existe diferencia, más allá de la semántica, entre el lema “Muerte a los dominicanos” y los lemas “Muerte a los profesores posmodernos” y “Muerte a los poetas líricos”.

5. En el contexto postcolonial del Estado Libre y Asociado de Puerto Rico, el entendido nacionalistoide es el que echa a rodar el andamiaje de la exclusión intelectual que estamos presenciando, que “sobresale en su ejemplaridad a fin de inflar en un sobresalto histérico, saturándolo, el narcisismo de las pequeñas diferencias”.

6. Contra la hiperviolencia étnica aquí reinterpretada no hay remedio fácil ni jurídico. El Nuevo Código Penal condena la xenofobia y los crímenes de odio, pero, a pesar de este “avance” de la letra, para las situaciones descritas aquí -por constituir excepciones a la regla- no existe causa procesable en nuestro ordenamiento.

7. Sólo resta la denuncia, a través de la palabra y la diseminación del discurso. La objeción de conciencia, la oposición creativa, la defensa de la libertad de expresión, la pérdida de toda esperanza de mejora ante el avance de las hordas que buscan “asignación de posiciones de sujeto en una estructura en proceso de dislocación”.

8. La tarea de la crítica, entonces, apunta hacia la identificación de dichas posiciones, de un constante análisis de a dónde es que trepan estos trepadores. Si no los podemos bajar, entonces habrá que deconstruir sus escaleras.

9. Los huelguistas universitarios van derecho hacia el “prime time” de los noticiarios y los puestos gubernamentales del ELA, incluyendo las divisiones legales de las uniones obreras. Los poetas “urbano-revolucionarios” quieren seguir bebiendo y quieren más aplausos. Señalemos lo siniestro de su patético abrazo solidario.

10. Nuyorrican Café, Facultad de Ciencias Sociales, Facultad de Estudios Generales son los criaderos de los pichones fascistas, cosas veredes, Sancho, los izquierdosos de a pie y boca de jarro ahora recurren en esta isla a las tácticas de Franco.

11. Puertorriqueños primero, idiotas después, éste es el dilema.

12. La expresión artística y la expresión pedagógica han sido secuestradas en esta tierra del Caribe por la "profilaxis del menor riesgo". Gritar y dejar fuera, las dos caras de la vagancia intelectual y política más extrema.

Manuel Clavell Carrasquillo
Escritor, estudiante

“Si cada inteligencia tiene su estupidez… la mediocridad difumina la frontera entre la inteligencia y la estupidez en el presente. Es la mediocridad, si se prefiere, el actual dispositivo condensador del populismo espectacularizado, del antintelectualismo cínico y de la puertorriqueñidad políticamente correcta… Perdidas las grandes certezas y seguridades del mundo, la mediocridad se constituye en la política intelectual del mínimo esfuerzo, en la profilaxis del menor riesgo”. (A.T.)

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