Una sensación generalizada de que todo marcha bien me predispone, y salgo a caminar, luego de meterme al cuerpo dos Tylenol 500 con correspondiente vaso de agua. Llego a la discoteca más degenerada de la capital -según las malas lenguas-, Eros The Club, no sin antes hacer parada rutinaria en la Cafetería Jahaira, con la intención premeditada de empinar cuatro Coronas con limón, ipso facto, por aquello de entonar y entrar happy; shinning people holding hands. Happyland and nevermind, hago la fila espantosa del antro, que llega a la altura del cine Metro, donde exhiben la parte whatever de Star Wars. Me registran, entro, veo las figuras grecorromanas pintadas con pintura plateada -esprey de pote, el mejor de Topeka y en especial 2×5, pago (son diez, ATH, Visa, Master Card o cash) y, entregado a la maldad de la inconciencia preadolescente que la panza no me deja rememorar, escucho sonidos distintos esta noche de lujuria, en que hago entrada triunfal (estrellado y anónimo), a la disco, acompañado de mi fiel y paciente marido Juan. Escucho música tecno, como simpre, sí, pero no la misma del sábado pasado; no la repetición inverosímil de los cantazos del restrellamiento del metal contra el metal, así que paro la oreja y me dejo llevar por aquel consabido Fever, la tuba y la batutera dicutiendo con el faggot, no necesariamente el Fever de la Lupe, sino el de Madonna, porque La Lupe, -hay que decirlo, perdón- La Lupe que se escuchaba allí mismo hace tres décadas en la Parada 20, esa Lupe, vida mía, esa murió. Madonna Madness, señores y señoritas, Madonna Madness es lo que hay. Madonna Madness All Night Long para los maricones de la capital, que han llegado aquí, hasta el templo de Nina Flowers -ya retirada-, (des)prevenidos de las festividades nacionales, Décimoquinta Parada de Orgullo Boricua Gay Rainbow Brite. Luego de pensarlo dos veces, asumo poros de piel absorventes la realidad: Madonna Madness Night Forever and Fever, My Love. La disposición de los cuerpos danzantes, como dirían los respetados críticos de performance de la universidá, se desarrolla tal y como sigue, en estricto orden alfabetico, comenzando con la letra a: En plena oscuridá (¿notan la a?), envueltos en sajumerio de Marlboro Lights, borrachas como locas perdidas en medio de la nada caribeña, cientos de hombres lobo lobeznos peludos boricuas se entregan a la contorsión universal: "Music…, makes the people…, come together…, yeah…", canta la diva transformer por los altavoces, y los niños de la pastilla X pisada con Red Bull o el agua embotellada de a tres pesos no pueden parar de bailar. Uno agarra los huevos del otro, rozando mahones y lycras, cremallera contra cremallera, y músculo T -de tranca, baby, de tranca formada de cuero pelao- erecto hasta no poder más, los maricones de al lado vociferan el himno de la velada servido con chillidos trans producto del efecto en las cuerdas vocales de la coca bien cortá: "It used to be my playground… It used to be…", y con esa señal de julepe del joy stick me adelanto hasta el centro de la pista para alcanzarlos, y beberme las lágrimas de cristalitos machacados con estupefacientes junto a ellos, aunque las partículas del terror sidático liquified me saben a cerveza pisada con gajitos de limón en esta noche de travestis nostálgicos de los cosméticos de los años ochenta, cuando la masacara, el rímmel, queridos, no era lo mismo ni se escribía igual. Nada como el negro de los ojos de Boy George cuando le parpadeaba con aquellas pestañas de envidia (sufre De Castro Font) a Madonna en Nueva York durante los breaks para empolvarse con heroína gourmande de los MTV Awards; aquellos playoffs televisivos sólo para nosotras las chicas de suburbio Cable TV Of Greater San Juan en que el guitarrista spanish Fly y Anthony Chilly Peppers prometían cada Spring Break hacer lo propio: rebajarse hasta meterse el dedo con sal hasta las teleras, y mostrarnos las vergas tatuadas, en plena transmisión intelmediafaxpreondadigital. "Sweet dreams are made of this: Everyone is looking for something… sweet dreams". Nada como la Chica Material pre-Kabala rasgándose las medias nylon con aberturas de mallas Number 3, comiéndose un disco de vinyl regado con el lipstick de nuestra desilusión. Ante la realidá de la distancia, muchas se conformaron con Lissette besando en la boca a la Amanda Miguel. Cúcala, cúcala, cúcala. Pero no era esa la línea central de este cuento for pyros, sino las cadencias (al mencionar la palabra cadencia exijo un periodista full time que haga de crítico de rock en la prensa nacional. Qué verg:uenza que la salsa nos reprima el flow y nos haga olvidar el dance. Grace Marie Herger, nunca te defraudaremos: ¡Party Time!, ¡Party Time!) de los cuerpos danzantes -la cadencia era lo que comentaba, la cadencia- al timbre del ritmo extranjero por demás: extranjo, funerario anhelo primermundista de Seattle y Poison y Led Zeppelin y Chucho Avellanet, rescátame de este infierno name dropping, Kurt, síntoma que brota de la estadidad radical que se cuece en la consola del Disc Jockey más farandulero de la comunidad: un tal mentado DJ Gulembo, señoritas y señorones, nada más y nada menos que la flor y nata de la renovación tecno del dos mil y pico, fuera de la cabina aquella tan de los ocho noventa y cinco, encerradísima entre cuatro paneles fijos de fiber glass. Para que conste, hace unos meses que los DJ’s de Eros se han puesto al día, según las revistas más adelantadas de la cultura hip hop norteamericana (consúltese la entrevista a Phase2 en Waxpoetics): fuera del cuarto de control, fuera del clóset según los entendidos del arte de diskyokear, el hechizo que tire con las manos líder de la comparsa es más efectivo, porque cuando los danzantes del final de Los versos satánicos observan al tipo mover los platos y manipular las teclas del equalizer, todo se transforma y, "cuando él pasa…, todo se transforma…, llega la alegría…, se va la tristeza…", llega -ahora sí lo digo sin piedá- la gracia divina de la bellaquera cruda…, llega el masacote servido en bandeja por núbiles machos de ébano cimarrón de Loíza para ti y para mí. Así las cosas, como dicen los colegas jurisconsultos de la palabra ley y orden, se puede observar desde el segundo piso de la discoteca, -si no es miércoles de perreo y si se corta la nube de hierba con hielo seco-, si se traspasa la frontera de las vestimentas de Old Navy rebajadas a precio mitad de Zara y de vuelta a la exhibición de Bananna por un damage tal o más cual, a aquella parejita de chamacos de bien, que vienen de la salida veintidós del expreso que va a dar contra el Municipio Autónomo de Caguas, Colegio Notre Dame, hasta aquí, con el propósito fundamental de decirse al oído "métemelo, papi, hasta que me duela de frente y de pie, boca contra boca, labio leporino contra dientes perfectos a fueza de bracers, y bíceps de gimnasio contra nalgas handy wipe shubs; perfectas, muy duras, blancas, por supuesto, indianas para los analretentive-etnocenterpolite". Un soltero trentón los mira desde el otro lado, desde arriba, con calculada visión infrarroja de cupido te voy a flechar, como planificando un trío Los Panchos allí mismo con ellos dos, para decidir quién toca las cuerdas y quién guía con los palitos la clave del cencerro bestial mientras se vira la leche, ese instrumento tosco y autóctono en clave de fa antifemeninoamaneradoneandertal cuyo sonido va retumbando en las cabezas de los miembros inferiores de todos nosotros, danzantes valkíricos en pleno éxtasis báquico -ya se ha dicho, repetición-, por aquello de que se sepa que manejo las referencias clásicas de los ancestros mediterráneos (sufre Parga, sufre Paquita la del Barrio, sufre Vanessa Droz) y que se valide que de allí venimos, del azul profundo de un mar con olor a mofongo relleno de mariscos que rechazamos, vertiginosamente, cayendo de rodillas, alabando las venas palpitantes de los penes que nos muestran en el baño de la parte de atrás de la disco esta ciertas locas desesperadas, algunos bugarrones de turismo light por los callejones de la posibilidad flácida y par de damitas que observan todo, quedaron retratás, como si les provocara morbo divino aliarse al mirarnos competir chusma por masaje prostático, unos contra otros, toda la noche, para ver quién de las tres se lleva el premio de la loca más popular, empleada pública de Fomento Recreativo, ponchen queridas, ponchen, que la nómina sale con correa de cuero incluida, botas vaqueras, gistro amarillo bien afincao y condones extra large portable size para la cartera, un poco tostados por la presión de los glúteos, toma que toma que toma tomalo ya, que se ha dicho que estos cuerpos danzan, danzan carne afeitada contra carne sudada sin poder superar la raja hasta que venga el chorro caliente del amanecer tropical. No conforme con lo logrado hasta este límite del fo, qué rico es mamar, Madonna chilla la decimoquinta canción de un cóctel preventivo de AZT, en XV aniversario de la comunidad gay requeteorganizada y desperdigada por la ciudad (sufre Mari Bras, que no puede contar el del PSP), porque el domingo es la marcha a dos pingas solidarias sobre el puente sobre la laguna pantanosa, pero con jet ski, Dos Hermanos, y vamos todas a despegar al unísono despelote, en tacas con incrustaciones de rinestones, para sacudirnos los complejos de minusválidas trasnochadas sin Alka Setzer pa beber. Más tarde, cuando el cuerpo no los pida, no le vamos a pedir permiso a Pedro Toledo, Superintendente de la Policía, y vamos a coger el dildo vibrador que nos une como la manteca en la mano derecha (Julia De Burgos le llama la tea a este instrumento consolador), y vamos a escupir el suelo que pisa Milton Picón, rabiosas, y vamos a asumir nuestra pose pornógrafa intergaláctica por Internet (sufre Rashke, que no tiene conexión ni minicamarita. El bicho es). No conformes con nuestra astucia, mamita llegó el obispo, llegó el obispo de Roma, sal Robertito, sal, vamos a retomar el micrófono con girnaldas en las inmediaciones del Capitolio, vamos a hacer la huelga con casetas de camping equipadas con látigos y pomadas Kamasutra en el Parque de la Paz, inaugurado por la ex primera dama Lila Mayoral y su campaña de qué nos pasa Puerto Rico, díle sí a la vida, versión ochentosa, y nos vamos a emborrachar -eso no lo duden- Coors Ligt Silver Buller nos auspicia el break de la esperanza, y vamos a hablar malo a to lo que da con nuestras bocas muertas, como dice Neruda en el Canto General, que nosotras también somos latinoamericanas, pa-que-tú-lo-sepas, y nos vamos a casar -de blanco todas- y nos vamos a divorciar -de negro todas- y también, en ese proceso noctámbulo en bikini al garete, vamos a ver el triunfo de las ruinas de nuestros certificados de nacimiento F por M = Sex, porque, quiéranlo o no, la noche es nuestra, queridos, pregúntenselo a los vecinos de Ocean Park, y vamos a convencer a todos de que lo mejor es chispearnos eufóricas como burbujitas de champán -lucirnos lo más que podamos y hacer un show a lo Lucy Fabery- como se hace en Brazil, La Gran Popeya, justo antes de mentarle la madre a este movimiento de loosers con ganas de joder al distinguido hermano heterosexual, coger por las guaretas pal monte y al fin venirnos en plena gritería de ay, ay, ay, ¡qué rico!, papi, chulo, bello, ¡dame más duro!, bla, bla, bla, tacán tacán, blop, antes de desmayarnos con todo eso que es tuyo adentro para poder acabar esta mierda contentas y poder desaparecer como Dios manda: después de que le expliquemos al mundo todos los detalles de cómo es que nos gusta chingar.