Me he encontrado un telescopio. Borracho y loco miro más allá de esta parcela a la que no le voy a dedicar más líneas, al menos por el momento, mientras me saboreo la presencia de un chamaco despreocupado cuando dejo las alturas de la azotea de mi "soledad". Sonrisa lujuriosa, cuerpo promedio, estatura baja, pero ese descaro del que se sabe paciente frente a la dama, que insite en acariciarla como ella manda, sin ganas de lucirse en el performance que, más que espectáculo viril frente al espejo de la violencia comunitaria de los pares, son unas ganas de agarrarla bien agarrada justo en el momento preciso que sus pupilas semivirginales se lo piden y lo arrastran hacia la complacencia del tú mandas, mamita chula, belleza, diosa bellaca que conspiras junto a las hienas para ver cómo logras que me entregue como esclavo a tu maldá. El amante perfecto, mi vida, blanquito, con pelos alrededor de los labios y la boca para complacer hasta el poro más difícil de atornillar y desenroscar.