Invitación al ridículo/Declaración de principios

Mircea Eliade, según se dice en "Invitación al ridículo":
  1. "Todo lo que no es ridículo, es caduco."
  2. "Evitar el ridículo significa rechazar la única posibilidad de inmortalidad."
  3. "Todo acto que no sea ridículo, en mayor o menor medida, es un acto muerto."
  4. "El ridículo se resume en esto: vivir tu vida, desnuda, inmediata, rechazando las supersticiones, las convenciones y los dogmas. Cuanto más personales somos, más nos identificamos con nuestras intenciones, más coinciden nuestros actos con nuestras ideas, y más ridículos somos."
  5. "Con los libros sucede algo extraño: no afectan del mismo modo que un hecho social ridículo, porque los leemos en la soledad, cuyos valores no son los mismos que los de la colectividad. Somos más sinceros cuando estamos solos, puesto que no echamos el cerrojo a nuestra sensibilidad ni a nuestra inteligencia en aras del buen sentido y de la lógica."
  6. "Sólo el ridículo merece ser imitado. Pues sólo imitando el ridículo imitamos la vida; entraña, en efecto, la absoluta y completa sinceridad de la vida, y no las ideas fijas y convenciones que son la cara de la muerte. Y en cuanto a la muerte, bien sabe Dios que ya bastante la encontramos en todos nosotros."

Aquí o allá abajo

Hace tiempo que la idea de que el mar reunía desperdicios para liberarse de ellos, que había leído de prisa en una novela granada de fragmentación de Antonio Lobo Antunes, le daba vueltas en la cabeza. Tantos libros que leer parecidos a Buenas tardes a las cosas de aquí abajo, y paseos por inventar en la Ashford invadida por el mal gusto de la estética Starbucks, lo mantenían ansioso. A pesar de las distracciones masculinas que rondaban el bulevar con la excusa de sacar a pasear perros insignificantes, era mucho más proclive a la estupidez de sentarse a ver el espectáculo del vaivén de las olas en la terraza del hotelito Atlantic Beach, ceremonia para la que esperaba la aparición invariable de las seis de la tarde, hora exacta del toque de campana para el Happy Hour. Cerveza Corona en mano, ubicado en la mesa que le daba acceso directo al panorama de la pasarela de machos extranjeros que se reunía a observar el paso de garza de los bugarrones del patio, se acordó de la última discusión con El Psicoanalista, su hermano: "¿Pingas rosadas?, ¿que a mí sólo me interesan las pingas rosadas?, imposible, tú, mejor que nadie, sabes que yo no discrimino a la hora de llevármelos a la cama". No tenía claro que se engañaba. Hundió el limón partido en la botella, preparó el cigarrillo de turno y volvió a la carga mientras se fijaba en el señorito cuajado de ébano y con uñas largas: "A ver, pendejo, ¿con que te fascinan sólo las pingas rosadas, con que ese es tu trauma?". "Pues no, imposible, vas a probarle al espejo que a ti también te caen bien al estómago las vergas apestosas a negro, las trancas amoratadas". De inmediato, escondió el lighter, el negrito de las uñas largas no había notado el truco de que no fumaba. El plan consistía en atajarlo de improvisto, cuando pasara por allí para ir al baño: le espetaría el discurso clásico, un "Oye, ricura, ¿me prendes el cigarrillo?". No pudo explicarse de dónde sacó valor para arrojar la pregunta cuando se completó el pacto imaginario, pero al tirarla al medio, en abrir y cerrar de labios mamones sincronizado, sólo se oían las letras de la novela que lo habían taladrado. El negrito de las uñas largas hace la llama "y el mar a la izquierda, el mar allá abajo siempre a nuestra izquierda, con un alfanje, un cuchillo, una escopeta de caza antigua", y zas, El Psicoanalista que lo vuelve marisco enlatado listo para ser desangrado de tinta, descuartizado él -cabeza de pulpo- por las uñas largas aquí mismo o allá; un poco más abajo.

 

Versión de Leo Frank de otro encuentro, de otro blogger, con Lobo Antunes:

Breve y ficticio encuentro con Antonio Lobo Antunes

Entro en la noche calmada de un parque lisboeta sentándome en un banco. Junto a la luz de un farol que me cae en los hombros y suaviza mi figura, ceñida aún por el abrigo con que abotono el frío. Una luz que da claridad a mi pelo trenzado, rubio, desteñido… pero que contrasta mi frente con una boca sin color que se inclina grave en los extremos de un rostro sin expresión, ausente. Como de alguien cansado, viejo. Silueta de un flaco sin hambre cuya piel se estira en los huesos, se arruga en labios y nudillos… o alrededor de unos ojos que miran inquietos, curiosos, los pasos que se aproximan o alejan, las voces de sílabas aisladas que me llegan y cubren poco a poco el cielo de la noche. Unas voces que saben tal vez que todo está perdido para quien, como yo, se siente más de este otro lado… Y lejos, irremediablemente lejos de los hombres. De quienes huyo como si fueran sombras extrañas. Ajenas a mí. Desconocidas. Cuerpos alargados, dispuestos en curva, que salen de la oscuridad nada más que para volver a entrar en ella otra vez. Algunos fumando un cigarrillo, otros arrastrando un perfume repugnante, pegajoso, que extienden sobre el olor del siguiente cuerpo. Mientras yo, sobresaltado, retrepo un poco más la espalda en el banco y señalo a alguno. A éste, por ejemplo, que al pasar me mira de reojo pero que al ver mi brazo extendido se detiene un momento y pregunta: "¿Fuma?" "Si tiene usted…" "Naturalmente". Y extrae de la arrugada cajetilla el filtro del cigarro que yo tomo con dos dedos. "¿Fuego?" "No, ya tengo. Gracias". Y el hombre me dice que sí con la cabeza y se sienta él también. Y fuma de su cigarro. Una calada, dos… Y me mira, gordo, más gordo a cada mirada. Fingiendo de vez en cuando una pequeña sorpresa… como cuando ve las tapas del libro que tengo en una mano. Acomodándose una pierna en la otra, pero manteniendo una posición rígida, adusta. Fijos los ojos en mí. Arrugando una boca que parece masticar alguna palabra. Al fin, dice: "Los libros no son escritos para ser leídos, sino para ser vividos". "¿Usted escribe, verdad?" "Sí", le contesto. "Pero poco y mal. No soy constante. Me falta disciplina, método…", le aclaro. "No se explique; no hace falta. Le comprendo muy bien, créame", me matiza. Y yo pienso que esta noche el frío y el sueño deben darme cara de enigma, o de letraherido o enfant terrible de las letras porque, al rato, este hombre, añade: "Una novela es una cuestión de trabajo que no se escribe durante las noches o en los fines de semana. Una novela exige que se pase todo el tiempo con ella, sobre todo para corregirla, algo que cuesta mucho más que escribirla. Si quieres hacer prosa, no puedes hacer nada más…" Y dicho esto alza exageradamente la pierna que tiene cruzada y se pone en pie, trenza sus dedos gordos y limpios sobre la barriga, y sonríe… creo que satisfecho de sí mismo. Yo, sin embargo, lo miro con mi cara seca, gris, con algunos huesos marcándome pómulos y mentón. Sin decir nada. Sin esperar nada. Hasta que el extraño hombre me tiende una mano y dice: "Disculpe, no me presenté. Mi nombre es Antonio… Lobo Antunes".

Escrito por Leo Frank a las 21:08 ¶
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Tedium vitae

Al salir del periódico, la diva estructuralista Mara Pastor habla con uno de los prensistas, Aldo Pellegrini, siempre preocupado por la construcción de la destrucción: "Amantes de fuego, predicadores de nieve, los reflejos me preceden, las sombras me siguen. En ese largo camino en pos de las palabras me descubro habitante del sobresalto y del desorden". Comentan que los sábados, cerca del carrillón intermitente de la torre, un grupo de bloggers-to-be, entregados al culto de Dora Ricardo, que es Mita pero anglo, está discutiendo la novela retro Litoral; una que Palés Matos dejó en blanco. Cuando Marla lo sepa… Escucho la disertación, mientras descanso en el auto y pienso en la vieja, que está sola en El Yunque, limpiando las casas de los hermanos difuntos, interpretando con soltura y tristeza el papel de heredera; mudándose de cuarto en cuarto. Ahora tiene para ella, a su libre disposición, en plena calle Triunfo, una de madera y otra de bloques, más la humedad y los negros usucapientes que la entretienen. Les da pesetas a los niños para que compren dulces, y en el proceso los regaña, esconde la lata de Bud Ligth detrás del tiesto de buganvilleas (las favoritas de Juan y el primo perdido que todos desconocen como Sixto) y sale a ponerle comida al perro; siempre casera. Realiza toda tarea al compás de la música del ayer que ofrece la banda am y con eso delata que es maestra pensionada. La pone a todo volumen. Casi está sorda, pero si le dejas mensaje te contesta: al menos escucha las voces altas que le reproduce, tiempo después de las llamadas, la fiel grabadora que compró en WalMart. Riega un poco de Clorox para lavar el seto, patio de atrás, paseo real de iguanas y ratas. Manda a comprar a la tienda de la esquina un pote de salsa Criada, que también usa Gloria, para poner en su estufa petite el caldero que hace crecer el arroz con pollo. Siempre lo bautiza con cerveza antes de que se seque, despúes de agregar el jamón y sin que los comensales de siempre (la Madre Ausente, el gigante, la Contable Del Medio, el boquitas negras…) se den cuenta de que el calor evaporará los grados prueba. No me despido sin decirles que en junio 16, todos los años de sus ochenta, celebra las fiestas de la patrona del pueblo riograndeño, oh dulce Virgen del Carmen, patrona de las místicas viejas, cuídamela, no permitas que me la fracture de cabestrillo, o me la postre en la cama, la artritis reumatoidea.

El daño que hace la gen

Con la gen, tú te cortas el pellejo y le das del tajo a beber.

 

Esa es la verdadera amistá, del que soporta ver la sangre correr.

No lo dejas solo en el dolor, lloras con él.

Maldices al taxista que lo asaltó, lo acompañas a la comandancia, juras la denuncia con él.

Le pides que se vista como perra, salen a la disco y haces el ridículo con él.

Le vas a decir lo bueno que está, te va a responder una mentira, no importa, sales a cenar con él.

Te exige que lo escuches, que no apages la tele antes de que se acabe el penúltimo re-run de Friends, aplazas la ceremonia de las pijamas y te acuestas con él.

Almuerzan scalloped potatoes, postrean créme a la chantilly.

A pesar del cáncer de mama; fumas con él.

Llegar al apartamento; estar malo

Soñó con el cementerio de furgones que se ve desde la avenida Kennedy, pero vivos, unos dinosaurios en hojalata llenos de mortadella y jamonilla para los comedores escolares de los colegios del sur. Tenían las puertas de hierro llenas de moho y contra sus cuatro paredes metálicas retumbaban las chicharras de los barcos de la bahía. No podía despertar, aunque trataba, porque el caracol gigante que estaba estacionado en el Parque Central lo perseguía. Cosa extraña, pero se percató de que en San Juan, una cosa así era perfectamente posible: le habían salido antenitas de vinil y patas de pesuña. De momento, vualá, un puente de brea, una patrulla de autopistas que lo detiene y el guardia desnudo de la YMCA que lo multa. Todo le parece excesivo. Protesta, pero la nave recolectora de basuras lo atropella en plena vía, que de buenas a primeras deja de ser hija del bitumul: ahora es puerca y con complejo de marítima.

Este relato nació de una imagen bestial de un cuento porno-punko-ci-fi de David Caleb, titulado Intangible y publicado en la revista El sótano 00931: "Llego al apartamento. estoy malo".

Atravesando la Kennedy a diario para llegar a la casa de uno, ¿de qué otra forma se puede estar?

Ni heterosexual, ni monógamo

Pues hay un concurso literario en la bbcmundo.com que llama la atención porque propone escribir un cuento corto utilizando dos elementos obligatorios: mencionar un programa de la BBC y también una de dos palabras; anemoscopio o inverecundia. El reto lo lanzó un compañero de trabajo con el que discuto mariconerías y cristologías entre tecleo y tecleo. Fue quien me dio el título y la primera línea, por eso es justo y necesario dedicárselo a él.

 

Ni heterosexual, ni monógamo

A Nelson Perdomo Paz, compañero del alma

"Ni heterosexual, ni monógamo", pensó Gabby. "Eso jamás, primero muerto que sencillo", murmuró. Las reflexiones surgieron automáticamente, luego de escuhar en el noticiario vespertino de la BBC las decalarciones del Presidente del Movimiento Internacional de las Iglesias Pentecostales acerca de los requisitos para ser "verdadero" hijo de Dios en el siglo XXI. No le sorprendió la inverecundia del reverendo, pero le molestó la aparente paz mental con que eliminaba de las listas del cielo a todos sus amigos polígamos y homosexuales, inclusive a él: desviado y discotequero, pero temeroso de Jehová y humilde siervo cristiano. -M.C.C.

A continuación, el cuento de Nelson Perdomo Paz, también en bbcmundo.com:

Arcaicos

"El mundo que conocí se acabó", se dijo a sí mismo el profesor, mientras escuchaba a lo lejos la algarabía de los niños por la llegada de las máquinas que abrían carretera para conectar aquel pueblo arcaico con el resto de la civilización. Ese mundo que asomaba y esos nuevos héroes de verde -todos jóvenes- que domaban los ríos con sus puentes de acero, no lo alegraban porque los consideraba el principio de su fin. La vida no sería igual. Todos en Ríotinto hablaban de lo mismo, pero el profesor -como siempre- resolvía sus dilemas en largas horas de reflexión. Preparó su taza de café petróleo, que era su especialidad, y se fue al huerto, junto al gigante horno de pan de casa, y ahí en su hamaca y con su radio de onda corta pasó toda la tarde oyendo la BBC. Cuando llegó el momento para la oración de las seis de la tarde, apareció en la terraza frontal -donde estaba toda la familia- y dijo su frase final, que pocos comprendieron: "¡No se preocupen muchachos! Es sólo el viento cambiándole el curso al amenoscopio de nuestras vidas". -Nelson Perdomo paz, Olancho, HONDURAS.

Ahora una muestra de otro cuento breve escrito bajo las mismas condiciones en el mismo espacio virtual, la BBC hispana y postcolonial, ups:

Te imaginas: Sentados frente a Cabo Cañaveral, esperando que lancen el artefacto, y nosotros preguntándonos qué carajo es la inverecundia. No es el momento, cariño. Podemos volver a casa y buscarlo en el diccionario mientras escuchamos en la BBC las noticias sobre el lanzamiento. Después de todo, es la primera vez que lanzan un anemoscopio, y no un cohete, y además, tripulado. ¿Alunizará? ¿Amartizará? ¿Avenuzirá? Probablemente sólo eunomice y no tengamos mucha noticia que escuchar. Motivo para besarnos… tiempo para conversar. Espacio para amarnos, y el infinito para amarizar. -German, Ginebra, Suiza

Amor se escribe sin h


Yo me estacionaría allí alfrente,
a observar esas letras en espray,
a ver si es posible convertirlas en enrredaderas de plástico
antes de llevármelas pa casa.

La basura se ve bien ahí, es parte del paisaje.

Otra cosa son los ladrillos,
ésos habrá que negociarlos
porque
-tarde o temprano-
les da moho.

Hay grafiteros que los aceptan como vienen,
otros no; los pulen con terpentina y gas.

El resultado es una pasta rojiza que los despinta:
"Ablandaos"…,
pero que también sirve para garabatear.

Ahora que lo hippie ya no es cool,
porque eso sí que cuesta,
pues me parkeo,
no alucino,
y leo:
All you need is love.

Después de un rato en Londres,
buscando a la Vero de mis sueños,
luego de la hora del té,
entre tanta zona gris,
me pregunto,

¿Qué carajos será eso? Posted by Hello

Counter de enfermeras

El negro no puede llegar porque está en la sala de intensivo.

Los chupones que se conectan a las máquinas cardiacas emiten chillidos por latidos, una alarma perforadora de tímpanos que grita y calla.

A cada rato llega alguien que cambia sábanas, una segnora toma la temperatura, otra observa su vulva agrietada y no distingue disgustos en las caras.

Este es el tiempo de las úlceras. De las pieles colgantes. De los huesos astillados. Este es el tiempo.

Hace frío y el negro anda abrigado.

No le toca examinar el pulso pero agnora. Agnora jugar a parir y acariciarlo.