VIII
Se abre entre mis manos el trébol desprendido
 sangre desde un verde pasajero
 tres cadencias cristalinas en la tristeza
 tres nombres que tuve
 y la libertad de callar en la lluvia del hundimiento. 
Abrete tres veces
 que pongo las compresas en la herida
 despierta
 grita
 mira que nuestros nombres
 ya después quedan registrados para olvido
No llueve entre esta pequeñez tan fría;
 solamente tres hojas, como un luto brillante que alcanza
 de la tierra húmeda mortal adivinanza.
 Pandero escurridizo que hace su arroyo y en la paloma
 deja la verde quimera de un número.
 Como el túnel, hace esperar la luz crucificada.
Los cucuyos de las palmas
 -verdes coronas de la esperanza-
 no nos dan para dejarlo todo
 e ir al encuentro de la nada.
 Más bien aúllo aquí mientras te leo
 y doy gracias
 porque has sacado la cara
 por la poesía difícil
 en plena autóctona galaxia.
El alba del trébol, el diminuto oro nunca humano;
 se desparrama en mis manos exactas de lejanía.
 Voy entendiendo los silencios que nunca he llorado
 voy sintiendo aquel celaje entre la luz, el agua y el tiempo
 y escribo los rocíos de esta aparición.
Belleza, el tres te queda divino:
 la luz, el agua, el tiempo
 !cuánto me he resistido
 a ser preso de tu estilo!
 !qué voy a hacer ahora,
 que me has dado sobredosis de rocíos?
Necesito vivir en su diluvio;
 allí las alas visten mi hambre y mi búsqueda.
 Allí desde todos mis viajes se abre la carola legítima
 y de par en par, un mar encadenado lleva color a la voz.
 Ya puedo decir que los hombres alguna vez soñaron
 y en el ramaje de este trébol se desnudaron al crepúsculo
 casi venciendo el acertijo de morir.
Apetitos que me vienen a la boca
 y la saliva que me baja por los labios
 de par en par has dicho
 y yo tan pueril, tan necesitado,
 tan soñoliento en tu discurso,
 que me abro.
Y ahora, !Qué calida herida de los tréboles!
 !Qué panorama tan amado a esta soledad!
 Las gacelas de los árboles como que tiemblan en la belleza
 todo desaparece y estando vivo me hago un vacío
 un vacío que me ame y me recuerde, un vacío para otros
 y una carta de amor al borde de una flor sonámbula.
Humana y libre nada,
 humana y presa del zumbido
 que envías a Culebra,
 desde San Juan,
 con tus alas.
 Colibrí:
 allí las playas sucias por las latas de cerveza
 nos esperan;
 claro que habrá bronceadores
 y mucha escarcha
 para que después del chapuzón
 yo pueda pintarte y palpar el cómo queda.
 La carta de amor,
 !tantas cosas que plantea!
Mis ojos caminan hacia tu nombre
 caminan en sus alas, en sus maderas castizas,
 en sus ladrillos ocupados con llantos sin memoria
me fascina el delito de lo invisible
por ti
dolido y sencillo triunfo.
Tu promesa, Kasparov, cumplida espero,
 después que pase el ojo de tu verso
 por la piel de la tormenta
Los versos de las estrofas impares de este ejercicio literario fueron publicados hace un rato por la Editorial del Istituto de Cultura Puertorriqueña en el poemario de Marioantonio Rosa titulado "Duelo a la transparencia" (2005). Los versos de las estrofas pares son invención mía en respuesta a los suyos, que me dejaron con las ganas de que ven gan más así al inventario de nuestra maricona poesía. En homenaje al poeta, que nos lanza semen negro para que gocemos su experiencia, salud y múltiples pesetas. –M.C.C.