El gusano y el caballo

ojo

Escribe Pepe Boricua
Especial para Estruendomudo

Reunidos en una mesa
del restaurante Pelayo,
un gusano y un caballo
se ajotaban la cerveza.
El alcohol a la cabeza
se les fue al punto a los dos,
el gusano manoteó
en la cara del corcel
y enfureciéndose aquél
en dos patas relinchó.

Mas de nada le valió
porque el gusano con saña,
con alevosía y maña,
de un puño un ojo le hinchó.
Dicen que hasta se ca… nsó
el chongo del burrunazo,
no pensó que aquel bimbazo
se cruzaría en su camino…
Por eso dijo el equino:
“¡Me han hecho perder el paso!”.

Pero lo cierto del caso
en todo este revolú
es que fue culpa de Bush
ese sonoro tutazo.
El potente mameyazo
hoy la isla entera disfruta
y es la verdad absoluta
que al caballo en esa acción
lo noquearon por bocón
y rodó como una fruta.

Previo al golpe, en la disputa,
a Bush le dijo asesino,
además dijo el equino
que Bush era un hijo ‘e puta.
Y si es cierta la minuta
del tremendo notición,
lo tildó de mamalón,
idiota, imbécil, demente
y añadió que el Presidente
era también un cabrón.

El gusano hecho un león
defendió a su presidente
diciendo que era decente
aunque robó una elección.
Agregó: “Tu acusación
para mí es una desgracia,
Bush mata niños en Asia,
en África y en Irak
pero sabes que en verdad
lo hace por la democracia”.

Ahí vino el golpe de gracia
a la cara del caballo,
que sólo dijo “¡eah rayo!”
ante tanta diplomacia.
Gringo por antonomasia,
el gusano tiró el puño
y en el nombre de Fortuño
le dio un piñazo en el ojo,
miró a todos de reojo
y escapó sin un rasguño.

Es héroe de nuevo cuño
el gusano y a las millas
recordando a Maravilla
lo aplaude todo el terruño.
Todos celebran el puño
que le propinó al corcel;
pero, si es tan bravo él,
que a un avión pronto se suba
y que se atreva ir a Cuba
a darle un puño a Fidel.

Aprendan todos de aquel
que insultar al Presidente
puede costarles los dientes
o hasta un ojo como a él.
Bush es santo y es sincero,
buen cristiano, misionero,
honesto, valiente y puro,
quien lo increpe, de seguro,
se arriesga perder el cuero.

Así, el caballo cerrero,
tan dado a meter la pata,
a curar sus garrapatas
debe largarse a un potrero.
Mas, debe frenar primero
su lengua atrevida y bruta:
Con gusanos no discuta
so pena de un pescozón
y evite decir “cabrón,
asesino e hijo ‘e puta”.

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