Una seña de luz en la penumbra y dos trapos de besos


La súbita muerte de un revolucionario de mi patria chica de cuyo nombre no quiero acordarme para que desaparezca su conjuro me dejó sordomudo por semana y media: nada de participaciones escriturales, nada de opiniones públicas, nada de intercambio de fluidos –Ramadán penitenciario– y un simple silencio absurdo para el abono del fingimiento de no participar, para no ser parte de la charada ridícula del llamado colectivo a la matanza y a la sinrazón de la anulación del corazón del otro, tan ajeno y tan sangrante, tan humano –bum, bum, para ser onomatocursi– y tan carnal como éste que está aquí detrás de esta pantalla de electrodos y esta frase árabe, músculo vital que se cree cerebro gris y pensamiento e, inclusive, tiene aspiraciones de organización plena de sentidos y de auroras de esperanzas; que mañana es otro día y seremos unos cuantos más, pero sin el odio y sin la fanaticada de la destrucción de la belleza que hay en ti cuando no gritas que hace hambre, ¡coño, despierta!, y lo disimulas porque sí, porque ya habrá tiempo para introducir el tubo de la nutrición mecánica en la boca de pedir a pesar de las punzadas provocadas por el reconocimiento exterior de otras soledades (al tornar la esquina y al bajar las avenidas del libre acto de pasear por la ciudad, de falso luto) distinguiendo tonos de sustancias extranjeras que hay en mí y en ti, y que nos complementan, digo: “Tan sencillo de entender que es eso, pero no, hay que joderse en esta imposibilidad suprema de demostraciones de cariños casi Argel o Medellín o Bilbao-Vizcaya, y quién pudiera salirse de la piel y meterse en otro pellejo durante unos breves dos segundos, cosa de avisar al más allá de los capilares propios que es lo mismo: unos cuantos cantos de células cancerosas energizadas a medias, pidiendo quimio y gasolina, programadas para darse a ciertas horas par de desilusiones y de cantazos. Envueltas, y nosotros estirando las bembas lo más largas posibles -muack- para perdernos lo mejor (coca en filas) y decirnos lo peor en el intento cordial de comprometernos con una seña luz en la penumbra …y dos trapos de besos”.

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