Escribe Manuel Clavell Carrasquillo
De la Redacción de Estruendomudo
Me parece interesante la autocrÃtica que hace el decano de los escritores comunistas del mundo, don José Saramago, en su blog, al reaccionar al aplastante avance de la centroderecha y la ultra en el Parlamento europeo a raÃz de las tÃmidas elecciones del domingo pasado.
Plantea el Nobel de Lanzarote que el reculeo de la izquierda europea tiene que ver con la trasnformación sufrida por la ideologÃa al haber conquistado el poder en los gobiernos socialdemócratas y haberse desgastado al pasar de los años de baile, botella y baraja en los palacetes oficialistas.
Ortodoxo al fin, Saramago se lamenta por la desviación de los planteamientos originales de su polo zurdo hacia una especie de travestismo que, al coquetear con el poder estatal, pasó a ser, precisamente, cada vez más, eco de las ideas contrarias al tirar pa’l centro.
Su tesis promulga que, al alejarse de su base, que él define como “pobres, necesitados y soñadores”, la izquierda europea cavó su propia tumba. Acto seguido, propone que el declieve europeo de la utopÃa bonachona contrasta con la coronación imperial de Barack Obama en los Estados Unidos, aparentemente el Ãcono fashionista de la izquierda mundial, ante el cual se inclina en estos dÃas color esperanza en medio de la cirsis del capitalismo tardÃo, todo sujeto progre.
Pero el machazo de las letras portuguesas no cede un ápice de sus principios decimonónicos. Deja entrever que el fenómeno Obama no es más que el efecto multimediático del “personalismo” en el campo polÃtico: el culto al atractivo de su personalidad, mas no sus ideas, es lo que la gente admira, según el dinosaurio rojo, autor de “El Evangelio según Jesucristo” y “El cuaderno”, una recopilación de los escritos publicados durante los primeros seis meses de su blog omónimo.
Si bien el Nobel recurre a la crÃtica mordaz de su tribu, al tropezar con Obama se desvanece la poquita lucidez en medio de la derrota y resucita el viejo cascarrabias. Paradójico que el anciano escritor, venerable sabio que no pisó jamás aulas universitarias, hurgue en las entrañas de su querida izquierda pero no pueda bregar con la suya. Obama firma las leyes con la siniestra pero él no le concede méritos.