Primer sueño

atrio casa pompeyaescribe / manuel clavell carrasquillo
redacción de estruendomudo

Estábamos sentados en un banco de piedra colocado estratégicamente en uno de los lados del patio interior rectángulo con columnas griegas y sus respectivas plantas malas hierbas enredadas. La veía de perfil y, ahora que lo pienso, me resultaba extraño que me atrajesen sus gafas negras y su little black dress en hilo; de confección impecable. Entre vientos grises y espesos como nieblas quedábamos envueltos en sustancia viscosa subconsciente al tiempo que desarrollábamos una conversación ininteligible. Sólo la luz amarilla hueso de la luna más llena y más cercana de las que he sido testigo cortaba las semitinieblas. Tenía la piel blanquísima. Al despertarme, quise saber si ésa era la muerte, pero la duda quedó sembrada luego de haber sentido la certeza de que era una mujer atractiva y serena. La muerte debe ser histérica y bastante fea. Tengo una idea de quién es pero no puedo revelar su nombre. Quizás he fabricado el personaje que quiero que ella sea.

Alguien quería contratarme, no me dejaba, resistía, volvía la oferta y todo se transformaba en un beat líquido de ambient (el musicólogo me prohíbe que hable de electrónica). Su presencia en el lado opuesto de la cama se tornó un bulto de sábanas. Mis párpados se entrebrían, sí, pero de inmediato se precipitaban en caída vertiginosa.

Reseña: “El mendigo chupapijas”

El mendigo chupapijas.0Escribe Manuel Clavell Carrasquillo
De la Redacción de Estruendomudo

El mendigo chupapijas
Pablo Pérez
Buenos Aires, Mansalva, 2005.

La novelita me la trajo de Buenos Aires a San Juan de Puerto Rico una amiga muy querida. La leí de tres tirones porque hay que trabajar y no hay más remedio que hacer pausas. Trata sobre un joven argentino que se mete muchas drogas y se tira a muchos hombres sadomasoquistas. Sadoco es, a veces master y a veces esclavo. Entre los features que más llaman la atención está la brevedad del texto, 77 páginas, y la economía del lenguaje: descriptivo, cortante y desafectado; cualidades que lo alejan de la antropología cultural y del melodrama cursi. Esta es una historia bien contada, no hay interés en lucimiento, y en ella nada falta y nada sobra. El infierno son los otros, la soledad mal acompañada, las ceremonias sexuales repetitivas, aunque el narrador es un maestro del suspense y nunca aburren. Repetitivas son –de acuerdo–, pero sólo para el personaje. Otro factor que sobresale en la obra de Pérez es el contraste entre la representación de la podredumbre producto de las bajas pasiones y los momentos alternativos de añoranza pastoril. En sueños y viajes mentales hay confrontación con el anhelo de riachuelos y verdes pastos: el cese y desista del círculo vicioso, ¿llega? Un mendigo grasiento, sus encías descarnadas atrapando las carnes de ciertas pijas. Nadie contrata un servicio de escoltas frustrados, hombres obsesionados con otros hombres. No hay lavoro ni muchas ganas. Pero sí se comunican, se intercambian las parejas, las direcciones de e-mail y los amos míos se confunden con los esclavos tuyos porque sadomasoquistas fuera del clóset creo que hay pocos. Al hablar, como son argentinos, estos deambulantes homosexuales usan el vosostros. Me sorprendió tanta ternura entre tanto escombro. Y un final tan luminoso que ya es lujo. Bravo.