De la Redacción de Estruendomudo
Distintos tonos de anaranjado pintaban el buque finlandés que estaba anclado en la bahÃa. La tarde sanjuanera comenzó a caer y, con ella, la última esperanza del coreano.
Nunca pensó que llegarÃa a jurisdicción norteamericana en esas circunstancias, absolutamente lleno de mierdas ajenas y de orines, mareado por la inhalación sistemática de diesel y justificando los buenos frutos del pago del soborno.
Pero hubo dÃas en que el hambre y el frÃo que lo aprisionaban tanto como las paredes de acero de la carga del navÃo le torcÃan el entendimiento, y dudó de la capacidad estratégica de sus cómplices-captores. Pensaba en su familia buscando confianza y se sentÃa las palmas de las manos hinchadas en aquella oscuridad tremenda, a veces demasiado calurosa, a veces demasiado frÃa.
Para conjurar la avalancha de malos presentimientos que le llegaban a la mente solÃa acuclillarse en una esquina, lejos de los cuatro inmigrantes que lo acompañaban. Trataba de olvidarse del mareo y de las náuseas y recordar el olor más querido por él y por su abuelo durante su infancia. Era el olor del maÃz picado que le echaban juntos todas las mañanas a los pollos lo único que lograba consolarlo momentáneamente. Su sostén era la presencia lÃder de su abuelo.
Ese dÃa, aunque no podÃa ver el espectáculo de los anaranjados que anunciaban la caÃda de la tarde, sà se dio cuenta de que la noche estaba cerca y que, con ella, se renovaba la hipotética posibilidad de la salida. No se darÃa por vencido a pesar de que sus vecinos yacÃan tendidos y sin ánimos. SabÃa inglés y habÃa escuchado a los dos mercantes escoceses hablar de la necesidad de comprar cocaÃna en dólares y de la enorme fama de las putas de la isla.
Cuando uno de los captores cómplices abrió la compuerta del furgón sintió un deslumbramiento inmenso que le dañó los ojos. Su pronóstico sobre las condiciones de la luz solar fallaron.
¿Quién lo liberaba?
***
-Muévete, cabrón. Llegaste.
-John, John, ayúdame con esta plasta. Suéltasela a Rodney en lo que me deshago de los otros cuatro.
-Manuel Clavell Carrasquillo.
“…lo habÃa sorprendido la llegada tumultuosa de los sÃntomas del presentimiento… capaz de armarlo con la certeza de que algo extraordinario se escondÃa allÃ, clamando por su presencia”. -Leonardo Padura