La combatividad y el movimiento independentista puertorriqueño

Por Tomás Redd™

Especial para Estruendomudo

“El independentismo recobró una combatividad que hacía tiempo que no tenía”. Con estas palabras, Carlos Gallisá -ex lider socialista y talking head del circuito radial AM- ha planteado una justificación a los actos de agresión y vandalismo que se evidenciaron el pasado miércoles en la casa de las leyes (también conocida como la granja legislativa). Sus declaraciones no deben sorprender a nadie pues estamos hablando de un individuo que, literalmente, vive de la existencia de un “movimiento” independentista pero que hace tiempo decidió que su lugar en la lucha era en un programa radial que irónicamente auspician, en parte, corporaciones privadas identificadas con los “grandes intereses”.

La “combatividad” a la que Gallisá aduce se reduce a la gestión violenta y vándala de cuatro o cinco chamaquitos encapuchados y seis o siete retrancas de edad media y avanzada que canalizaron su frustración destrozando lo que encontraron a su paso en El Capitolio. Aparentemente, la acción de unos pocos que desemboca en violencia y destrucción son sinónimos de combatividad. Tal parece que las cientos de marchas, foros, huelgas, debates y otras expresiones exentas de golpes y cantazos no han servido de mucho pues sólo cuando se lanza un abanico por una vitrina es que el independentismo logra avivarse, adquiere garra y recobra la fuerza del pasado. Bajo esta lógica, la lucha por la paz de Vieques, las marchas por la nación y la vigilia convocada por los familiares de Muñiz Varela son unos meros bluffs que han servido de muy poco para adelantar la causa. Para el independentismo decimonónico, el puño sigue siendo la carta de presentación más efectiva y eficaz contra la indignación y la provocación. Según nos explica el Frente Socialista: “El pueblo independentista y socialista no aspira a la paz de los sepulcros.”

¿Es este el movimiento que intenta articular un discurso anticolonial aglutinador en el siglo XXI? ¿Acaso no se han dado cuenta que este pregón ha quedado en descrédito no sólo en Puerto Rico, sino en otros enclaves de lucha secesionista como el País Vasco e Irlanda del Norte? Más aún, ¿cómo se supone que creamos en su redescubierto carácter combativo cuando figuras del movimiento han aceptado -con canapés y copitas de vino en mano- reconocimientos de previas legislaturas y, para colmo, terminan acudiendo a las oficinas de la policía del ELA a querellarse por haber recibido golpes de parte de las fuerzas del Estado?

Rendirle homenaje a un asesino como Julito Labatud es definitivamente una puercada y una provocación, de eso no hay duda. Restringir el acceso al Capitolio también es un acto deplorable, pero estas acciones de una legislatura malsana de derecha no justifican el que se entre a repartir bofetadas indiscriminadamente ni la defensa de esta postura. ¿Acaso se justificaría el que un anexionista le hubiese entrado a cantazos al féretro de Filiberto porque se oponía a que el Colegio de Abogados le rinda homenaje a un independentista que luchó por su causa poniendo bombas y atacando gente? ¿Tenemos entonces que aceptar y entender como apropiada la irrupción violenta de Pesquera y sus secuaces en las oficinas de la Procuraduría de la Mujeres? ¿Cuál es la diferencia entre lo que pasó el miércoles y este otro evento? Provocaciones hay de todos los tipos y todos los días. No por eso andamos por ahí dando bofetadas al primero que nos irrite.

No conozco un grupo más provocado y violentado que las Madres de la Plaza de Mayo, quienes han tenido que soportar sobre 30 años de injusticias más allá del los viles asesinatos de sus seres más queridos. A pesar de que se levantan todos los días sabiendo que no hay justicia ni venganza alguna que les devuelvan a sus hijos y nietos, estas doñitas han repudiado el llamado a las armas, luchando en vez por el enjuiciamiento de los cabecillas y esbirros, su encarcelamiento en celdas comunes y la revelación de archivos y otras fuentes de información que logren estos fines. Algo similar viven y promueven los familiares de Muñiz Varela. Por varias décadas no han parado de pedir que el Departamento de Justicia y el FBI hagan su trabajo y lleven a cabo una investigación seria para que se esclarezca el crimen cometido contra uno de los suyos. Su combatividad conmueve, estremece e inspira; también se distancia mucho del desorden organizacional y la demagogia panfletera de los “patriotas” que añoran las balaceras universitarias.

Desafortunadamente el independentismo boricua está secuestrado por las voces de unas cuantas momias cuyo discurso y concepción de lucha se quedó estancada en el pasado. ¿De dónde emana esta nostalgia? Seguramente no se inspira en las grandes victorias que acumularon en los 60’s y 70’s porque no las hubo. Son precisamente esas derrotas las que más inquietan a los cadavéricos líderes y es quizás por esto que no quieren soltar el megáfono y pretenden lanzar por la misma borda a las nuevas generaciones. En la página 3 del semanario Claridad (30 marzo-5 de abril) han plasmado su credo utilizando como coartada las palabras de José de Diego: “No importa que muramos, antes de la encarnación del ideal, otras generaciones prolongarán nuestra existencia”. Más claro no canta un gallo.

Lo verdaderamente preocupante de los comentarios de Gallisá no es su contenido sino la intención de justificar e incitar a la violencia. Al fin y al cabo él y Julio Muriente, entre otros personajes, tienen acceso a las ondas radiales y las utilizan constantemente para hacer llamados y apelar a los sentimientos de sus huestes. ¿Cómo debemos interpretar y fiscalizar esta conducta a la luz de lo sucedido en Rwanda en los 90’s y el rol determinante que jugaron algunos locutores con opiniones sangrientas vía Radio Television Libres des Mille Collines (RTLM)? Definitivamente son sus ideas y posturas las que hay que combatir.

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