Este blog permanecerá inactivo por una temporada, temporada de remodelación (in)necesaria.
Jacques Lacan explica el cambio:
El alma -es preciso leer a Aristóteles- es, desde luego, a lo que conduce el pensamiento del mago.
Es algo necesario -es decir, que no cesa de escribirse- en la medida misma en que lo elaborado allí por el pensamiento en cuestión, son pensamientos sobre el cuerpo.
El cuerpo es algo que debería causar pasmo. De hecho, deja pasmada a la ciencia clásica: ¿cómo puede funcionar así? Un cuerpo, el vuestro, cualquiera, un cuerpo andarín, ha de bastarse a sí mismo. Algo me lo recordó, un pequeño síndrome que vi salir de mi ignorancia, y que me señalaron: si llegaran a secarse las lágrimas, el ojo dejaría de funcionar bien. A eso llamo yo milagros del cuerpo. Se siente de inmediato. Supongan que la glándula lacrimal deja de llorar, de secretar, pues se fastidian.
Y por otra parte, el hecho es que lloriquea; ¿y por qué diablos?, en cuanto le pisan el pie corporal, imaginaria o simbólicamente. Lo afectan a uno, así le dicen a eso. ¿Qué relación hay entre ese lloriqueo y el hecho de precaverse contra lo imprevisto, es decir, de desaparecerse, esfumarse, tacharse (se barrer)? La expresión es un poco forzada, pero este "tacharse" dice bien lo que quiere decir, porque enlaza exactamente con el sujeto tachado, del cual han oído aquí alguna consonancia. El sujeto se tacha, en efecto, lo he dicho, y más a menudo de lo que se cree.