Identidades en reconstrucción: Las transformaciones de Nina Flowers y Eros The Club

Por Manuel Clavell Carrasquillo
Especial para ZONAi

 

SUELTAS LAS trabas del miedo, la ansiedad momentánea que produce la curiosidad y superados los chismes que se ventilan en la fila, el visitante primerizo se enfrenta al “bouncer” de la discoteca gay más famosa de Puerto Rico, Eros The Club, en la Parada 18 de Santurce. Debe pararse frente a él con los brazos extendidos y las piernas abiertas para ser registrado. No se permiten ni menores de edad ni armas en el principal centro de entretenimiento de la comunidad homosexual.

Al avanzar hacia el recibidor, se topa con el chico que cobra la entrada, que puede llegar a costar $10.00 por persona los días más concurridos y hasta $20.00 en eventos especiales como Halloween y despedida de año. Inmediatamente, debe presentar su muñeca para que otro de los veintitantos empleados la marque con un sello de tinta fluorescente que le permitirá salir y regresar sin tener que volver a pagar.

Terminados los trámites administrativos, el visitante tropieza con un primer pabellón presidido por una barra enorme, generalmente atendida por 4 personas. Mucha gente pide tragos y cervezas a gritos, una pareja se besa mientras espera que le sirvan, un travesti vestido de reina saluda con dos besos en las mejillas a varios admiradores y la música pesada se siente de los tímpanos al cerebro, órgano que le ordena al cuerpo expectante que se empiece a soltar. El humo de tantos cigarrillos nubla la vista, nadie está quieto, pocos callados, prácticamente ninguno sobrio del todo y se puede visualizar entre el juego de las luces de colores y las penumbras una pista de baile en el segundo pabellón, repleta, sobre la cual no hay muchos escrúpulos ni reglas rígidas que respetar. Ya sabe que, como es sábado en la noche, el espectáculo principal estará a cargo de la famosísima artista del travestismo nacional, Nina Flowers, una draga muy famosa cuya fama es conocida desde Mayagüez hasta Fajardo de la que el visitante habrá oído tal vez en alguna ocasión, pero que verá por primera vez cuando el reloj marque las dos y pico de la mañana. Lea la crónica completa en Zonai.

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