Por Rodrigo Köstner
"Rabioso, transformado en la tribulación de Nosferatu momentos antes de volverse polvo, el espectro de Cupido –sin carcaj, sin flechas y sin alas- es el único que obliga a besar así", pensó Pedro Páramo –todavía duro- mientras miraba el rostro extasiado de una Susana a punto de romper el féretro. "A esta tumba se entra con antorcha en mano, Pedrito. No para alumbrar, sino para quemarlo todo", irrumpioó, anticlimática y vengativa, la voz de Florencio ante el inminente ablandamiento del cacique.