A mover la colita: J. A. Bonilla responde escribiendo como pianista tecnosexual y como perro

Respuesta tardía del amante pianista sadotecnosexual
(o manual de macharranerías contemporáneas)

 

Un hombre sin una mujer es un desastre total.
-Pedro Juan Gutiérrez, Trilogía sucia de La Habana

I realized in that moment that mastery of the past, even when drug-induced, was as sexy as the vanquishing of loneliness, which really is what men in the city fuck against.
-Rick Moody, The Albertine Notes

(Favor de consultar el post sobre La pianista y sobre Gaika antes de leer esta vaina)

Muy querido:

Ya que el Bacardí te causó retortijones estomacales incontrolables, en una próxima ocasión te ofreceré el pitorro curao que guardo escondido detrás del cuadro bendito del Sagrado Corazón de Jesús y protegido por atrás por el cuadro de Nuestra Señora de las Siete Dagas, también bendito por el espíritu de mi santa madre. Lo guardo para situaciones de extremo peligro cuando un envenenamiento fulminante sea oportuno. Ya tengo llagas en los dedos de tanto castigar las teclas del piano y tú te empeñas en no escuchar mi música. ¿Cuántas veces te tengo que decir que tú y yo hemos coincidido en esta ciudad atroz porque nos hemos dejado seducir por las vibraciones del lenguaje? ¿Cuántas veces tendremos que darle vuelta a la misma noria, que lo único que nos podremos meter mutuamente será la palabra? [La mujer que a veces me acompaña sabe de arqueología, sabe de rebuscar en el pasado, sabe que la ciudad esconde yacimientos, capas de ruinas por donde han deambulado las mujeres y los hombres. Sabe que el amor es una cosa enterrada que se va destapando y reconstruyendo, como los fragmentos de un hacha de piedra en algún templo azteca.] Sado por el placer de castigarnos, tecno por la digitalidad de estas caricias y sexual por el deseo de que las palabras te cubran como esos hilos finísimos con que las orugas lamen sus cuerpos antes de ser mariposas. Capullo virtual flotando en medio de las intervenciones, clavo de seda para tu pupila. Aquí, componiendo desde las fisuras de la heterosexualidad bajo fuego, en la última trinchera macharrana del amor, te digo que no hay nada más delicioso que teclear sobre el cuerpo de una mujer, que componerle a su vacío que se parece al mío, que extraerle notas al silencio (o estruendo) de su piel. [La mujer con la que a veces me encuentro en la ciudad camina dando brinquitos, como no queriendo tropezar con los trozos de mierda en las aceras. Ella y el mar se hablan con frecuencia y parecen decirme que la vida política de la isla mejoraría con un poco de océano en la imaginación.] Lo nuestro es nada en comparación a esos jugos musicales, mi amor, es un cucubano cibernético divagando en la negritud del sexo oscuro, de la sangre espesa goteando encima de mí, una lucecita –muy apreciada pero pequeña al fin- que va y viene viene y va y que a veces vibra musicalmente y me enternece. Pero la chocha es otra cosa, querido, es la baba del lenguaje de la que habla Cortázar en “El perseguidor”; es algo que uno se unta para tirarse por la chorrera del mundo y resbalar mejor; es un triángulo de sombra lúdica (las chochas lampiñas me parecen un desabrido error, un desvío epistemológico, una confusión cultural) a donde uno va para aprender a nadar en el sargazo lingüístico de la telaraña sociocultural. Sólo hay que llevar el oído allá para escuchar lo que esos labios tienen que decirte, o gritarte. Supurantes, marca de alguna herida atávica que las signa, los labios húmedos figuran el mar, la muerte salada de los que sabemos que vamos al hueco para no tener que justificarnos frente a la cerveza de los panas. Y, sí, valdría la pena preguntarse, compañero, precisamente en este blog gay, precisamente aquí donde se esgrime la palabra maricona, si todo ese mar de letras que te inunda y te penetra, todo ese FLUIDO lingüístico que tan genialmente te (sobre)coge, no será otra manera de hablarle a la mujer, no a la que te habita, sino a la que está afuera, la que te acecha y la que buscas, si no estarás deseando ser un straight de closet, si no quisieras también penetrarla, beber de ella, odiar lo que no te dice, desearla cuando no te busca, incorporar tus palabras a las de ella para que estén más sucias, más ensangrentadas para que los silencios griten. Al fin y al cabo una chocha es un estruendo mudo. [La mujer que a veces escucha mis composiciones dice que yo debería chichar más y escribir menos, que las palabras son una trampa más –la trampa más seductora- y que el mundo hay que vivirlo con las cicatrices no con las intenciones. Yo le reconozco que tengo demasiadas intenciones, pero le propongo que se venga conmigo para inventarnos algunas cicatrices. Ella me mira desde no sé qué lúgubre recoveco, desde no sé qué ancestral duda, desde no sé qué ofrenda a dioses, y sugiere que mejor me embarre con su soledad y deje de rasparme pajas en su nombre.]

[Intervención de Sofo, que al contrario de lo que muchos piensan no significa South fortaleza, sino Sonqui el fornicador]
Muy querida Gaika:
Lamento mucho que tu amo sea histérico y mi amo sea neurótico, los pobres aún no se han dado cuenta que nosotros nos chichamos con frecuencia cuando nos escurrimos a los cuartos oscuros de sus respectivas residencias mientras ellos debaten sobre la ausencia de debate del debate. Esta cuestión es mala y pico, Gaika, estos hombres se creen que nos entienden mientras discurren sobre el circo que habitamos, pero del que son los mejores actores. Tanto ruido y nada, tantas palabras y nada, tanta vuelta de lo mismo. Al final, no sé, por supuesto que Almodóvar es importante, pero quizá no hubiese sido posible sin Franco, tú sabes, eso de que la histeria es la estridencia de tiranos wanabe mal follados. Por supuesto que Edipo sigue deambulando por las páginas de los periódicos, que el hombre se empeña en ver oráculo donde sólo hay culo, que la mujer sigue siendo una especie de cántaro a donde van los macharranes a echar sus agüitas, sus mierdas, sus inseguridades. Qué fue lo que dijo Lacan, aquel sato francés, ahh, que la mujer no existe, que se la inventaron los hombres para que sus mitos encontraran tierra y florecieran; pues hay que escuchar a ese güey, belleza, el hijo de la chingada le estaba tirando piedras a la base de todo nuestro querido estercolero, a todo el caldo de cultivo donde crecen nuestras misis universos. Estos amos nuestros están bien jodidos, tú no crees; el mío, bendito, cree que a las jebas las rodea una especie de bruma misteriosa que hay que descifrar, el lenguaje lo llama él, qué mamao, de Juana la virgen, fakes Louis Vuitton y extensiones de acrílico es de lo que están rodeadas ellas, preciosa, pura langue, ¿tú no crees?; el tuyo, pues padece de un síndrome homogenizador tremendo, si abre una gaveta encuentra un pato, si el libro no es maricón por alguna esquina pues es defectuoso o incompleto, el mundo será Tlon cueste lo que cueste… Pero, Gaika, nada, tranquila que lo nuestro es huelernos el culito, perseverar en los márgenes de la filosofía de estos güeyes mal chingados y peor paridos, seguir en esta extraña forma de clandestinidad y verás que al final nos olvidan y nos dejan solos para poder vivir nuestros amores. Al fin y al cabo no somos ni mujer ni hombre, deberíamos agradecer que sólo somos perros.

Te lambo el toto en celo,
Sofo

j.a. bonilla

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