Virgen de la Altagracia hace negocio en el Metropol

 
José María Lima dice que “// aquí vive una sombra, / aquí vive un recuerdo, / aquí vive un abismo. / pasen, señores, pasen / les aguarda un cadáver / con ojos en la carne, / les espera una tumba / con niños plegadizos acurrucados, / les espera un silencio de túnel / amarrado a un ombligo.//”

 

Lo siento por el espíritu comunista de Lima, que provocaba huelgas en el Departamento de Matemáticas de la Facultad de Ciencias Naturales cuando explicaba el concepto del infinito en los sesenta, pero mientras almorzaba en el restaurante cubano Metropol, en Isla Verde, confirmé todo eso que dice su poema.

La revelación llegó instantáneamente, cuando pasé por la caja registradora a pagar la cuenta. Allí encima, en una tablilla de madera, descansa una vela encendida, la imagen de San Judas Tadeo y un cuadro de Cutty Sark.

Sacaba la tarjeta plástica, tarareaba la novena al santo, sentía en la imaginación de la lengua el sabor del guisky barato con agua de coco y recordaba la escena de putero chic que me había tocao presenciar.

La barra del Metropol de Isla Verde -a la derecha una vez se pasa el pasillito de entrada- es un santuario de dinosaurios cubanos exiliados en Puerto Rico. Bien vestidos, ataviados con camisas de algodón en colores y pantalones de vestir, estrictamente prohibidos los vulgares mahones, los hombres sexagenarios y septuagenarios que componen este semiexclusivo Mens Club se dan cita entre elegantes botellas para compartir sus derrotas y reconstruir el pasado cabrón mientras ven el juego de temporada; es decir, para hacer lo más que les gusta: sin dudas, cogerse un break de las mujeres y los hijos, sentarse a fumar pitillos tranquilos y hablar mierda una vez más.

Repasan supuestas y verdaderas glorias pasadas, se burlan de la muerte entre trago y trago y ven pasar el tiempo sin que caiga Fidel, suprema fantasía de todos ellos, que vienen acá para verse contentos después de apostar a los caballos, confesarse con el barbero y ponerse la guayabera con olor a Paco Rabanne o Chanel.

Pero en lo que les toca su turno al bate en el cuadrángulo del cementerio -mientras discuten sobre política local boricua, negocios, mujeres y otras vainas relacionadas con la lotería de Miami- uno de ellos, uno de los miembros más viejos de la Respetable Logia Larga Caravana de Recuerdos de La Habana Posthormonal, come papitas fritas hechas como en casa en una de las mesas de atrás.

No está solo, ingiere bocado de croquetas junto a la divina presencia de una puta dominicana a quien llamaremos, sólo por joder a los devotos de la Caridad del Cobre, Virgen de la Altagracia; Bestia Regia Hecha Mujer.

Es evidente, la negra del vestidito de espandex amarillo, cuarentona de culo firme, rimbombante, y boquita bien respingá, Virgen de la Altagracia; Bestia Regia Hecha Mujer, ha sido contratada como escolta del señor más afortunado de la barra del comedor oficial -con perdón de los puristas- de la “gusanera” exiliá.

Digamos que tenemos en foco a todo un caballero desarrollador de urbanizaciones en terreno inundable de Levittown, que nada en billetes ahora que se terminó la octogésimoquinta sección de Levitthomes, pero que a pesar de los certificados de depósito con tantas cifras y ceros y bonos y acciones y contratos que deja en herencia a sus nietos para la posteridad, se está muriendo irremediablemente solo, porque todos ellos están ocupados con los bisnietos y las lanchas “allá”. Le queda poco al viejo socio del Bankers Club, posiblemente viudo, y, mientras tanto, tiene que aprovechar.

La cuestión es que hoy se nos va a atragantar con una papa frita y vamos a tener que observar cómo reacciona la puta, cómo se comportan los fieles meseros de blanco y negro de siempre en este momento traumático, cómo hacemos todos nosotros los machos que los hemos visto cogerse de manos allí, darse un besito de toque en las bembitas allí, el septuagenario y la cuarentona, la Virgen de la Altagracia; Bestia Regia Hecha Mujer, que le dijo al oído al cubano proveedor lo siguiente, que escuché tan pronto me senté en la mesa de al lao: “Los nenes míos te mandan saludos y las gracias por el regalo de la semana pasá”.

En pleno ahoguillo el viejo se lleva las manos al cuello. Ésa es la señal universal. La negra se para, y pregunta: “¿Qué es lo que te pasa, papi?”. Cuestiona bajito, porque ella es puta, pero con vergüenza, y tiene muy claro en la mente el mapa social de dónde es que ella está.

El viejo se para, dice que eso no es na, se dirige al baño. El mesero fiel le pregunta si todo está bien, el viejo contesta que sí, que fue susto de La Pelona y nada más.

La puta, sola en el bar mientras el viejo se recompone, enfrenta las miradas de los demás, que le reclaman con los ojos y los gestos mudos y el mensaje telepático unánime aquél descarado “Oye mamita, si sigues así, poniéndole al viejo el tetaje a disposición tan seguido, nos lo vas a matar”.

Todos la quieren para ellos. “Pa mí es que te quiero negrita chula, suelta a ese viejo y vente conmigo pa que veas cómo te pongo a gozar”.

Virgen de la Altagracia; Bestia Regia Hecha Mujer, que es puta, pero no pendeja, sabe que en estos bísness hay que hacerse una misma la publicidá. En eso, ella acaba de sacar A. Consta públicamente que lo cuidó y le limpió las babas con sumo cuidado erótico-enfermeril cuando el deber llamaba; en la terrible hora de la adversidá.

Uno a uno, par de amigotes del viejo pasa por la mesa a presentar sus respetos y solidaridad. “¿Vaya, asere, to está bien por aquí?”. “Sigue comiendo, muchacho, que lo mejor está por venir”. “Bébete otro Sambuca, que nos vas a durar pa largo, viejo, pero no hagas tanto desarreglo con los tostones, papote, pórtate bien”.

La ceremonia del despelote, la de la despedida, me tomó por sorpresa. No me esperaba la apoteosis de la Bella y la Bestia en el Metropol, un ajiaco para empezar el almuerzo lo deseaba pero, eso, jamás. No estábamos en tiempo de carnaval. Ellos sí, ellos estaban loquitos por verla pará, arreglándose el traje amarillo de espandex apretao, recogiendo la cartera de plástico blanco de la mesa y esperando a que el viejo la dejara pasar. “Las damas primero, asere, ella es la única y verdadera, vamos a comérnosla viva juntos mientras la vemos caminar”.

Ay Lima, tú que profetizaste (“// aquí vive una sombra, / aquí vive un recuerdo, / aquí vive un abismo. / pasen, señores, pasen / les aguarda un cadáver / con ojos en la carne…”) sin saber de esta puta cuarentona en pasarela de restaurant, ayúdame ahora, que no encuentro forma apropiada de contar el final.

La diva de pelo negro alisado, la negra cruzada con sangre taína tantas veces maldita por las mujeres de estos señores feudales con pleitos de reivindicación de las cuerdas expropiadas de Bacardí en las cortes celestiales, venidos a menos en esta tierra ajena al significado Mambí, abandonaba el salón triunfante; serena ahora, pero con posibilidades futuras de crica alborotá.

A su paso, llovían tarjetitas de presentación, servilletas con número telefónico, resucitaban vergas flácidas en ese segundo, paralizado por la majestad irresistible, "asere, aquí, con nosotros esta tarde de sábado Metropol Isla Verde, al lado de la Gallera de San Juan, cerca del Hotel Intercontinental, lista para el cockfight imposible: Miss Viagra Natural".

"Oh Virgen de la Altagracia; Bestia Regia Hecha Mujer, apiádate de nosotros, el resto de los cubanazos mortales, mañana, cuando se muera el viejo de turno y tengas que volver a escoger. Jurao que te vamos a rendir honores como tú te mereces a pesar de que tenemos promesa con otra, porque somos los hijos de tu madre la gran puta pero por ahora, si te sigues portando bien, no te vamos a deportar.

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