capítulo XIII

rainLlegaron a su casa y ni tú ni yo sabíamos dónde quedaba eso, porque a ti no te importaba ni a mí tampoco. A ti, porque sólo te importaban sus ojos libres de niebla; a mí porque no viene al caso. Estaba lloviendo. Corrieron con las manos entrelazadas hasta la puerta y él, always the gentleman, la abrío de prisa y te dejó pasar. Mojaste el piso con agua de lluvia. Esto lo recordaste después, por asociación de agua (agua+agua=agua). Una salita atestada de libros. Me dijo que era escritor, recordaste. Cuidado, los escritores y poetas y ese tipo de gente están todos locos, te susurró Adelaida al oído. Tú la ignoraste. Descubriste que, cerca de él, se te hacía cada vez más facil ignorar la voz de Adelaida. Cuadros hermosos y terribles en las paredes. Tiene buen gusto para el arte, pensaste. Adelaida: esos cuadros son caros. Buena señal. Significa que tiene dinero. ¿Y ahora quién es la puta, Adelaida? ¿Tú o yo? Ahora resulta que tú eres la puta que busca venderse al mejor postor. Como decía mami: al que le caiga el sayo… Magistral touché de Adelaida para Adelaida, para que no joda más, sonreíste. ¿Pero no me habías dicho que nunca usas tu nombre? Le preguntaste, mientras hojeabas el libro que estaba abierto sobre la mesita de centro. Todos los nombres el nombre, por Bruno Soreno, decía la portada. Es cierto, yo nunca uso mi nombre. Por favor, no leas la página en la que estaba abierto. Es un libro que escribí hace mucho tiempo. Aún estoy trabajando en él. Pero/

Llámeseme entonces por otro nombre. Llámeseme por el nombre de Todos los nombres el nombre.

Y yo te comprendo, Adelaida. Yo comprendo que quisieras contrarestar el frío de la noche y de la lluvia, con el calor transparente de aquellos ojos, borrar la rudeza y la violencia de aquellas otras manos bruscas y anónimas que intentaron mancillarte bajo la lluvia aquella noche con estas manos ya y ahora sí deseadas y con nombre. Pero aún no ha parado de llover, Adelaida. Pero/

Estás toda mojada, y tu blusa está hecha trizas, Adelaida, te dijo. ¿Te gustaría cambiarte? Te preguntó Bruno. Un baño caliente tampoco sería algo demasiado terrible, le respondiste, recurriendo a su suave ironía. Bueno, en noches como ésta, nunca se sabe, te dijo, y te guiñó un ojo deliciosamente, ocultando su transparencia. Nunca se sabe lo que puede ser terrible en una noche cualquiera. Voy a buscarte una toalla.

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