capítulo XI

Las causas de las agitaciones del alma son diversas y afectan diversas zonas del alma de modos distintos. Por ejemplo, hace una hora toda tu alma estaba jamaqueada como un tembleque por el terror. Ahora ciertas zonas de tu alma vibran con distintas resonancias como un instrumento que se va afinando, se va acompasando a los ritmos de aquellos ojos, a ciertas melodías aún no muy diáfanas que las zonas-oídos de tu alma escuchaban surgiendo de aquellos ojos. El amor es un conjunto de acordes y discordes que resuenan adentro de ciertas zonas del alma y un aparato audiofónico que escucha e interpreta todo lo que ve, todo lo que oye. Es un filtro y una agitación del alma. Te estabas enamoriscando, Adelaida. Esto tú lo sabías, y también yo. Y más: tú querías que él lo supiera, pero no al modo en que alguien se entera de alguna noticia, esto es, siempre diferida en el tiempo. Tú querías que él lo supiera ya.

Tú no te hacías preguntas, Adelaida, y las preguntas que le hacías anticipaban respuestas que ya tú tenías preparadas de antemano para encajarlas en los encasillados correspondientes. De modo que del lado de allá, nada. De detrás de la tibia transparencia de aquellos ojos no se transparentaba nada. Esto tú no lo sabías, no lo percibías, tan ocupada estabas rellenando esos vacíos, esas casillas con tus propios contenidos deseados y con los nombres que tú les dabas. Y todo esto transcurría mientras todo esto otro acá trascurría al modo del lugar común, un hombre y una mujer platicando, practicando el rito gastado del cortejo y la seducción en un bar donde se puede, como en una película de tercera. Porque eso es lo que estaba ocurriendo, ¿no es cierto, Adelaida? Como en una novela de Corín Tellado.

No me deja de sorprender la facilidad camaleónica con que los personajes de una historia cambian las disposiciones de sus almas, así, en un dos por tres, de la tristeza a la alegría, del terror al deseo. Las rutas que llevan y traen de un lugar de éstos a otro me son insospechadas y sé que muchas veces también les son ignotas a los personajes de los cuentos. Yo, del lado de allá, de gentes de carne y hueso y de sus costumbres cotidianas y espirituales no sé un ápice, pero sospecho que esto ha de ser un intento de mímesis, una imitación mediocre que hacen los personajes de la gente de carne y hueso pero desde el lado de acá, desde la página. Lo que algunas veces no perciben los personajes es que en ese tránsito mimético nada se queda igual, todo lo que se mueve de allá hacia acá se deforma, se transforma. Generalmente estos intentos (por lo demás inútiles, pienso yo, porque en verdad del lado de acá nos bastamos bastante con nosotros mismos, creo que podemos prescindir del caos y del aburrimiento que cunde en el lado de allá, el de la vida) devienen parodia y provocan la carcajada. Y siempre, al menos para alguien, terminan mal.

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